“Tú eres el verdadero mesías y sé de lo que hablo, porque yo he seguido a muchos”. (‘La Vida de Brian’)

Imagen de la película ‘Yo Robot’
No sé si es el exceso de las fiestas navideñas. Tanta comida, bebida, ruido (sobre todo, ruido). O quizá sea que me estoy haciendo mayor -bueno, ya va siendo hora- y comienzo a entender que el “y yo también” o el “y yo más” es la verdadera lacra de nuestro tiempo o, a lo peor, de todos los tiempos.
No voy a entrar en el manido asunto del acoso materialista disfrazado de buenas intenciones, espíritu festivo, sonidos y luces desquiciantes de estas fechas. Me centraré en la versión social media de nuestro afán por mesianizar e imitar acciones, sin preguntarnos si hacerlo tiene algún sentido para nosotros y sobre todo para los otros (las víctimas de nuestros diarreicos ataques de contenido social), ya sea como personas o como marca.
Sin ir más lejos, el aluvión de felicitaciones huecas que se comparten en Nochebuena, Navidad y otras fiestas de guardar, llenas de ‘buenos deseos’ y colores horteras. En serio, si tu mensaje es igual al de todos los demás, si no vas a esforzarte en crear y compartir algo que aporte algún valor añadido (aunque sea originalidad, que no es poco) para los que se tomen la molestia de abrir tu mail, ver tu muro, leer tus tuits… es mejor que no pierdas el tiempo ni se lo hagas perder a tus sufridores (sinónimo de follower, seguidor o el eufemismo que se te ocurra para medir tu influencia en la red).
Ocurre lo mismo con cualquier efeméride o fecha especial. Si realmente te aflige el fallecimiento de Mandela y tienes la necesidad loca de compartir tu dolor con el resto del universo, tómate al menos la molestia de expresarlo de un modo en el que no ensucies su memoria, encajando una foto chunga del fallecido con la primera frase que te diga Google, cuando introduces la palabra ‘Mandela frases’ en el buscador.
En el caso de fechas solidarias como la conmemoración del la lucha contra el cáncer, sea del tipo que sea, o de cualquier otra enfermedad… Está estupendo que te coloques el lazo del color que toca en tu avatar, pero el hecho de que lo dejes puesto durante dos semanas más o el tiempo que tardes en volver a preocuparte de actualizar el contenido de las tropecientas redes sociales en las que te has abierto un perfil, denota que te la suda la enfermedad y que tu solidaridad no va mucho más allá de hacer las cosas porque tocan o porque el de al lado lo hace.
Cierto es, que hay marcas y personas que ponen sentido común, originalidad y calidad a la mayoría del contenido que comparten con quienes siguen su perfil social. Por poner un ejemplo cercano, me gusta especialmente el trabajo de marca que hacen los chicos de La Cebra a Cuadros.
Pero, en general, es como si tuviéramos la necesidad de seguir e imitar a otros, porque mola, porque hay que hacerse fan de algo o de alguien sobre quien descargar la responsabilidad de hacer por nosotros mismos. Me recuerda a la escena de ‘El Mesías’ en la película ‘La vida de Brian’ (recomiendo mucho que quienes, por alguna inexplicable razón, no la hayan visto, lo hagan ya mismo):
Inspirarse en lo que hacen otros, en lo que sucede a nuestro alrededor es inevitable, necesario; pero ya de copiar, al menos, que nuestras copias sean originales.