“Contra la pared se apoya el reloj de pie, un gigante que marca las horas sin pausa, las horas del arrepentimiento, las horas de las oraciones, las horas del crepúsculo, las horas de la mañana, el día con sus horas. Y la noche”. (‘El espejo en el espejo’; Michael Ende).

Atrapada en los relatos de Michael Ende. (Imagen : libroescultura de Su Blackwell)
Aún no he terminado este libro. No es que sea muy largo; además, su composición –una serie de relatos breves– facilita la lectura. Pero esas descripciones, el universo maldito, corrompido y perverso que emerge en cada pieza, ejercen un extraño poder sobre mí, que me paraliza, me hace dudar sobre si estoy preparada para acabarlo, digerirlo.
Ende -una vez más- te pone entre la espada y la pared, te enseña lo que ya sabes, pero no quieres recordar(te).
Cada página leída se convierte en una poción de efectos múltiples:
- Rechazo: ante la violencia cotidiana, anestésica y letal que nos habita.
- Soledad: cada relato tiene uno o varios personajes y,según avanza la historia, entiendes que todos ellos eres tú, un ‘tú’ incapaz de conectar con cualquiera de los otros. Eres el centro, pero nadie te ve.
- Alivio: al encontrar una voz (aunque sea en forma de ficción) que da consistencia a las verdades atrapadas en abismos de silencio.
El autor nos muestra que la vida es justamente eso, un espejo dentro de otro espejo, donde nos miramos a ciegas.
En ese laberinto las cosas ocurren sin principio ni fin, sin causa ni consecuencias. Simplemente ocurren, suceden las historias enmarañadas, oscuras, como las horas de la noche que marca el reloj. Nacen viejos cuentos, en un ciclo eterno donde la oportunidad de cambio, llega, si acaso, en forma de un relato que reza:
“Había otra vez…”.